domingo, 18 de octubre de 2015

Los poderosos - Acto I

Visto el insuperable éxito de la entrega anterior, vamos si os parece con la continuación que se presenta bajo la forma del



 PRIMER ACTO

PENSADORA


         Hablador (arrastrando las palabras como sí las pensara más de la cuenta): ¡Vaya!, amanece. Un día más amanece después de todo. Es un hecho afortunado el que no hable en sueños. Bueno de hecho (alzando el tono como si quisiera que quedara patente) ¡nunca hablo en sueños!. (Bajando ahora el tono como si de un rezo se tratara) Por todos los dioses ruego que así sea.

         Hablador abre ahora un pequeño cajón del que saca material para afeitarse. Mientras lo hace  comenta para sí en el mismo tono exageradamente calculado:

         Hablador: Tiene gracia, uno apenas se da cuenta de la cantidad de formas con que una misma cosa se puede definir mientras no le importa que esa definición sea rigurosamente exacta. Uno puede decir: “¡pues vaya un tiempo de mierda esta mañana!”, o “¡qué tiempo de perros!” o también “¡van a caer chuzos y centellas!”. Sabe perfectamente que, sea quien sea el interlocutor, lo tenga o no, es sumamente inverosímil que después de formular estas ociosas observaciones vea el cielo llenarse de mierda, su cuerpo convertido en perro o que el estruendo de los chuzos y centellas lleguen a tapar el sonido de su radio.


         Se alza una voz femenina desde la penumbra envolvente del cubo de Hablador.

         Pensadora (desperezándose): No te quejes capullo que no es para tanto. (pausa pensativa) Tú al menos puedes, bueno, en realidad, “debes” pensar primero lo que vas a decir. Así que ya ves, contrariamente a lo que creías, sí tienes algo de lo que carece la mayoría de la gente normal, esos a los que tanto envidias. Ellos a menudo ni deben ni pueden ni saben pensar lo que están a punto de decir.

         Hablador (afirmando, no preguntando): Así que ya estas despierta y has estado oyendo mis divagaciones matutinas.

         Un foco ilumina bruscamente el cubo de Pensadora.

         Pensadora (con la voz temblorosa y furiosa): Maldita sea Hab, lo has hecho otra vez. ¡No, no había oído tus divagaciones! (pausa de contención) Pero gracias, muchas gracias por nada cabrón, ahora sí que oí todas tus paridas de un tirón.

         Hablador (aterrado, arrepentido y conciliador): Por dios, por dios que lo siento Peni, lo siento cariño no pensé lo que te dije.

         Pensadora (recuperada, más tranquila después de una pausa): Eso está claro Hab. (pausa) Está bien chico, no ha pasado nada, tranquilízate. Sigo siendo la misma después de todo. Es solo como si me hubiera despertado un poco antes de lo que lo hice, ¿vale?

         Hablador (todavía algo asustado): Si, vale si. (pausa) Esto me aterra Pen.

         Pensadora: Lo que quieres decir es que esto te está volviendo loco ¿no es eso?

         Hablador (pensativo): Sssí, sí. Pero no lo pienses, ¿eh?

         Pensadora (algo divertida): No hombre no. No te preocupes. Lo que pienso de ti está afortunadamente muy supeditado a la información que tu mismo me proporcionas sobre tu forma de ser. Y te aseguro, te lo aseguro cariño, que no pienso en absoluto que estés loco. Antes al contrario me parece que soy yo la que se lo está volviendo.

         Hablador (vehemente): Tú no podrías jamás estar loca Pen. Tú eres la más lista de todos nosotros. Recuerda que fuiste la que nos regaló las pautas de conducta a seguir, las que atenúan nuestra abominable condena en estos cubos. Sin ti, sin esas normas que inventaste, nos habríamos sencillamente muerto de hambre, o nos habrían asesinado,... despedazados por la plebe  - los comunes que nos odian – o incluso, y esto es lo más probable, habríamos acabado nosotros mismos con nuestras miserables vidas, consciente o inconscientemente.

         Pensadora (pausa): No quiero volver a oírte decir esas palabras de ese modo. ¡Maldita sea Hab!, ¿no te das cuenta de que has hablado demasiado rápido? A esa velocidad eres incapaz de controlar lo que dices. (pausa) Podrías acabar con todos nosotros, con la humanidad entera incluso, al escapársete una simple coma o al pronunciar mal una palabra. Podrías decir “holocausto” en vez de “agosto” y ya la tendríamos montada. (irónica) “¡me iré de vacaciones en holocausto!”, o lo que es lo mismo; “¡mil millones de muertos en agosto!”, y todo porque no supiste controlar tu maldita bocaza.

         Hablador (ufano): He, no te lo creas. Esta vez no he descontrolado en absoluto. (pausa valorativa) ¿No te has fijado que siempre utilicé el condicional? En todo mi discurso. Dije: “habríamos, no podrías jamás, estaríamos...”. Tu misma me dijiste que el condicional era una buena defensa contra mi maldición. Lo que puede ser no tiene porque ocurrir. Tan solo se trata de una sugerencia. No una imposición. Eso es lo que me dijiste Pensadora, y no sabes el alivio que me procuró el que me abrieras los ojos a esa forma tan poco vinculante de hablar.

         Pensadora (alterada): Ya. Me obligas de nuevo a reconvenirte. El uso del condicional es en efecto un escudo contra tu maldición – tu poder según creo yo -. Y con él evitas imponer tus palabras a la débil realidad. Pero recuerda lo que dijiste: “Tú eres la más lista de todos nosotros.”, eso no es condicional. Es una afirmación que me ha convertido efectivamente en la más lista de todos nosotros. Y que yo recuerde, no lo era.

         Hablador (seguro de sí): Bueno, pero yo sí creo que debías serlo. Por eso estamos juntos, yo creo en ti y tú crees en mí. No dije nada que no creyera por lo que: “se non e certo e ben trovatto”.

         Pensadora (divertida): Si no es verdad, está bien pensado. Gracias por la alusión pero no, gracias. El poder que nos concede el don que no hemos deseado no nos permite descuidar la enorme responsabilidad que nos es conferida. ¡Ni un momento! Si la relación afectiva virtual que hemos inventado entre nosotros tiene algún significado para ti te ruego que replantees esa ligereza con la que actúas, que por lo demás se aleja de los consejos con los que, tan inteligentemente según tú, nos he armado. No lo olvides.

         Hablador: Más que consejos los llamaste normas. Aludiste al antiguo código griego de la Koiné. (recordando) Siempre recordaré aquel día... fue el que nos reunió a los cuatro por primera vez; tu, yo, memento y soñadora.

         Pensadora (interrumpiendo): Será “tu, memento soñadora y yo”.

         Hablador: Si bueno, pero aquí el chiste no funciona puesto que solo se cambia el orden de los presentes. Yo sigo estando en la frase.

         Pensadora: ¿A que chiste te refieres?

         Hablador: Nada, déjalo. ¿No te parece significativo que yo fuese el último de nosotros cuatro en aparecer? (sospechando) Incluso podría resultar demasiado casual, demasiado a propósito...

         Pensadora: ¿Te refieres a que yo estaba sola mientras memento y soñadora ya habían formado pareja? ¿Quieres decir que tenía tanta necesidad de un macho que me atreví a convocarte, que te tuve que pensar? No amigo no. No me creas tan desesperada ni te creas tan imprescindible, que si te hubiera creado realmente estarías mucho más bueno y, desde luego, serías mucho mejor hablado.

         Hablador (riendo): Ja, ja. Nadie puede hablar mejor que yo y tu lo sabes. Siempre tengo... (guiñando el ojo hacia el cubo de Pensadora) bueno, “tendría” la razón.

         Pensadora (seria): No sigas con ese razonamiento Hablador. Tu poder solo te confiere la razón de los cobardes dictadores, aquella que se impone por la fuerza. Tu no “tienes” la razón; la impones. Lo que dices se “convierte” en realidad, una nueva realidad que no existía antes, una realidad provocada por tu irreflexiva verborrea. (tiernamente) Por eso cariño, por eso debes cuidar tan exquisitamente las palabras que cruzan el umbral de tus labios (y amenazadora) – o la frontera de tus dientes - ,(conciliadora) es vital para todos nosotros... incluso para ti.

         Hablador (hablando despacio): Muy bien Pensadora, muy bien. Pero no hagas recaer todo el peso de la responsabilidad de su poder sobre mi. Ya sé que no soy tan listo como tú pero no olvides que vuestros poderes son sin duda más peligrosos que el mío, aunque claro, el mío es más identificable y reconocible para todos. (enfadándose un poco) De hecho, no creas que se me escapa el que estéis continuamente recriminando mis diálogos. ¡Por cautos que sean! Pero claro, yo no tengo la posibilidad de saber si un pensamiento tuyo, un sueño de Soñadora o un recuerdo de memento están cambiando algo de la realidad que percibo. (algo asustado) Sobre todo si esa realidad me manipula de tal forma que no me entero de mi nuevo ser inventado por vosotros... (totalmente asustado) o me hace desaparecer por completo del pasado y futuro del universo.

         Se enciende el cubo de Soñadora suavemente.

         Soñadora (despertándose): De eso no te preocupes Hab. No tendré la suerte de soñar algo así. Pero de todas formas deberías cuidar lo que dices. Esta parrafada con la que me acabas de despertar roza el peligro al que aludes y bien pudiera ocurrir que fueras tu mismo la causa de borrarte del mapa y de ningún modo alguno de nosotros, así que...

         Hablador: Mira Soñadora, no creas que hablo siempre tan a la ligera. Si algo he aprendido... (mirando el cubo de Pensadora) o me han enseñado, es que mi poder discierne de alguna manera entre lo que digo y el sentido real de lo que estoy diciendo. Eso supone una defensa – una acotación natural - además de la de hablar en condicional o incluso la otra posibilidad, la de expresar llanamente la verdad. De estos tres escudos reconocidos para controlar mi voz, éste último – el de decir la verdad – es sin duda el más eficaz siempre y cuando logro interpretarla correctamente. (sonriente) Claro que no se me escapa de qué se trata en realidad de una tautología necesaria. Cuando “digo” la verdad incurro necesariamente en un pleonasmo de ipso, estoy creando con mis palabras lo que ya existe de por sí.

Soñadora (aparentemente interesada): Vamos Hab. A nosotros nos interesan todas las estratagemas que se te puedan ocurrir por si fuera posible trasladarlas a nuestros problemas respectivos. Pensándolo bien no son tan distintos entre sí; pensar, hablar, recordar o soñar son funciones cerebrales muy interrelacionadas a fin de cuentas. En cuanto a ti te interesa explicarnos tus dudas para que tu mismo las llegues a entender. Háblanos de tu segunda defensa.

Hablador (agradecido y calculador en sus respuestas): Hablar en condicional... más que un escudo real, se trata de un truco, un engaño contra mi Voz. Pero, y a eso iba, el segundo escudo, sin duda el más sutil puesto que ni siquiera entiendo perfectamente su modo de obrar, se refiere al hecho comprobado de que el poder de mi Voz no siempre acata, obedece o se somete a las palabras que pronuncio. En todo caso no literalmente, y lo sabéis. Lo comprobamos por ejemplo cuando digo que me anuláis al juzgarme y en contra de lo esperable no desaparezco porque me juzguéis nulo. Mi poder reconoce el sentido de la frase que he pronunciado y lo matiza para no obedecerle literalmente. ¡Ya me gustaría contar con una protección semejante contra vuestros poderes!

         Soñadora: Perdona Hablador pero esa sutileza de tu poder es precisamente tu debilidad puesto que no la controlas. ¿Cómo sabes el modo en que interpretará tu voz el mensaje que lleva?, ¿y si lo hace al revés de lo que pensabas?. Reconoce la verdad, si solo intuyes el proceso interpretativo de tu Voz sobre tus palabras es que no lo conoces. Este, por lo demás, es un problema común a todos los humanos precisamente desde que nació su facultad de conversar. ¿Quién sabe exactamente expresar la verdad? ¿Qué verdad para quién y vista por que interlocutor? Si te jactas de entender ese proceso de transición entre lo que dices y lo que querías decir, me temo que lo que en realidad quieres es equipararte a tu amiguita Pensadora.

         Pensadora: ¡Déjalo en paz Sonia! No lo aboques hasta que cometa un error. Podría ser fatal para todos y lo sabes.

         Soñadora (cansina): A veces pienso que eso sería lo mejor. Terminar de una vez para siempre con el temor de dormirme, y después de dormida, soñar que me dormí y que ya no sueño que existo.

         Memento: ¡Calla loca, que a veces se sueña lo que se dice y bien podría ser ese tu castigo definitivo!; soñarías un día haber sido un sueño y... ¡o Dios mío no quiero ni pensarlo! (encendiéndose su cubo) Bueno. De todas formas, yo nunca recordaría tu desaparición, así que a fin de cuentas despertarías necesariamente y no conseguirías desaparecer.

         Soñadora: No creas que no pensé también en eso. Pero no es tan sencillo como crees. Lo primero es que tendrías que convocar efectivamente un recuerdo de mi ser. “¡De todo mi ser!”. Si no, solo sería eso un recuerdo de la que fui, una imagen surgida de tu cerebro, la que conoces de mí. ¿Pero serías capaz de traer con ella todos mis recuerdos? ¿Acaso conoces todos y cada uno de los rincones oscuros, de los tormentos inconfesables, de las vergüenzas pasadas o mis momentos de gloria? Y es que soy todo eso Mem, todo eso y mucho más. También soy un conjunto de defectos y virtudes, de aciertos y errores, de esperanzas y temores, todos lo somos entiéndelo, ¡y no solo eso!, sino también el infinito abanico que se encuentra entre esos maniqueos extremos. Los hombres somos todo lo que hay entre el bien y el mal, todo, y todo a la vez.

         Pensadora: Un inciso. Te recuerdo “Memento” que además de lo que acaba de exponer Soñadora, no tienes el poder real de recordar lo que se te antoja y que si alguno de nosotros consiguiese realmente hacerse desaparecer del universo, sería de un modo tan total y absoluto que “realmente no habría existido jamás” y – por lo tanto – no tendrías a nadie a quién recordar para que volviese a existir puesto que nunca lo habría hecho.

         Memento (abrumado): Bueno si... solo quería que ella supiera cuanto la amo, cuanto la necesito. No pretendía...

         Soñadora (interrumpiendo): Aclárate Mem, ¿me amas o me necesitas? Ten cuidado con lo que pretendes o dejas de pretender. Y te digo lo mismo que a Hablador, que cuides un poquito tu lenguaje. Si todo el mundo lo hiciera, el mundo iría sin duda mejor de lo que va. (sarcástica) Y eso que los humanos comunes hablan sin la responsabilidad de pontificar cada palabra sobre la Realidad como le ocurre a Hablador. (volviendo al tono coloquial) En cuanto a esa idea tuya, y confesémoslo: nuestra, de que cualquiera de nosotros podría efectivamente haber creado a los otros tres, pues bien, digo que sería un buen tema de debate para este nuevo día de angustia que empieza a despuntar. ¿O tan solo se trata de un sueño, (mirando al cubo de Hablador) de una frase, (mirando al cubo de Pensadora) de un pensamiento o (mirando al cubo de Memento) un recuerdo? (suspirando) En todo caso, será una vez más un nuevo día de enfrentamiento ilustrado entre cuatro superhombres desde el interior de estas originales mansiones.

         Funde a negro pero da lugar enseguida al:

                                      ACTO II

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